al encanto infinito del fresco aire
que anima al poeta cual regalo de la madre tierra.
De sus sensuales brisas acariciando a tus manos
bellas,
tus manos son mi réquiem,
cuando mi espíritu animado de éxtasis espera por el fresco
amanecer.
Ella me regala su esencia, pues ningún ser mortal se anima a contemplarla.
Espera por mi o me persigue y atrapa,
en la oscuridad, cuando estoy desnudo
o en su propia
claridad,
muerto, cubierto, vivo,
en sus praderas, en sus orillas, en sus cuevas.
Sabe que soy el único que ansía y vive por su ocaso,
el único cuyo lleva por musa su noble horizonte,
el cual, al enceguecerse,
ilumina al poeta muerto en su propio resplandor.
Muéstrate desnudo, ángel de mis fantasías prohibidas,
que yo me mostraré muerto
para que el arcangel de la sabiduría me rapte
y entienrre en su propio nicho.
15/12/2004
Parte de la mini-publicación
"De la inspiración y los poetas muertos"
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