VI - Amaneceres

Mis ojos, cansados,
transpiran...
Mi silueta
(que nunca fue una figura ideal),
contorneada por el dios,
que ahora desde el horizonte impera,
desde lejos dibuja
la más bella de las imágenes
de las ciudades que mueren
por ocho horas todos los veranos.

Nuestras manos cansadas
hacen giros extraños acompañando al viento.
Nuestros cuerpos,
felices,
se entregan a las madrugadas
y a las calles.
Las bicicletas dejan de ser fieles corceles;
sus ruedas dejan de girar
y nosotras también.

Los rostros húmedos acarician las baldosas
y los labios secos pitan el ultimo tabaco.
Tu voz, siempre maternal,
enronquecida,
me dice cosas incoherentes
pero que entiendo perfectamente bien.

Nuestras risas idiotas me enamoran!
A esta hora, tu pelo es un has de luz
interrumpido por un prisma de cristal
hecho de azúcar,
de vino,
de tabaco,
chocolate,
chistes de borrachos,
caricias adolescentes,
ojos semi-cerrados,
pieles erizadas
y la puerta de una panadería del centro,
cerca de casa
y cerca del Río.

La gente "normal"
ahora son mutantes,
barriendo sus veredas,
paseando sus perros
y comprando el diario...

Podríamos viajar al Edén,
ida
y vuelta,
pero, al final,
siempre triunfa la banalidad.


17/12/09