Tu ser me hechiza melodramáticamente,
tu sublime esencia se hace visible,
por fin,
en el reflejo de tu oscuro cabello,
oscuro como tu sangre de musa venal.
Soy débil y tu hechizo me penetra
de la forma más bella en la que el poeta
anhela morir.
La indiferencia me cuesta la vida;
lo sabés y lo saboreás,
lo degustás como a la miel.
El sabor de mis entrañas te gusta.
Yo adoro el sabor de ese sutily mágico ser
que habita en tu interior,
que en las noches impares se asoma a saludarme
para matarme luego el amanecer.
Esteban Porronett
15/05/06
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