II - Trenes

Hay miles de metales
acariciando a los metales
y sobre ellos, gemidos en la oscuridad,
silvatos,
tablas ke golpean,
gente ke murmura
y guitarras ke sunan por lo bajo y a lo lejos...

Yo, por lo pronto, tengo frío. Y el Payaso se acerca y me arrima un cigarro y una taza de plástico...
"tomá, te va sacar el frío" -me dice. Yo agarro la taza, con los ojos empastados con lagañas y la boca con saliva seca y mal aliento... Al menos no tengo fiebre. Simplemente, no hay motivo para sentirse mal.
La taza tiene whisky. Lo bebo con cariño y fumo del cigarro, todo sin salir de la bolsa de dormir y de la frazada ke me envuelve abajo de la bacha del furgón.
Cada tanto, mientras duermo, piso el pedal del agua de la bacha con el hombro, al moverme, y un chorro de agua helada me pega en la cara a modo de "despavile".
...De todas formas no me preocupa.
El payaso es uno de mis viejos amores de trenes, un gran amigo perdido en la oscuridad de las babilonias... Y lo extraño mucho.
Él y su hija reían y me daban más motivos para burlarme de la vida y todas sus barbaridades, ebrio por el whisky barato y la velocidad de los coches patagónicos ke hace chillar los rieles fríos (y les dan livido a chorros).
Mientras el malabarista y su compañera embarazada duermen, bajo otras bachas, nosotros tres nos sentamos en círculo a beber y mira el amanecer...
Recuerdo todas estas nostalgicas imágenes cuando me miro en el espejo del baño de un tren, al ser invadido por ese vacío verborrágico en el pecho y esa sensación de frío en la nuca y calor en la frente.
Los veranos me despavilan... Los trenes también! Pero simplemente no puedo abandonar la nebulosa de un sueño en esos hermosos lugares tambaleantes.
Mis manos transpiran y mis pantalones no me suejetan como de costumbre. Escucho mi nombre "Porra!", un grito desde afuera, y me percato de ke el tren está kieto y mis compañeros abajo, esperando ke salga con ellos.
Esto pasa unas tres veces al año.